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Una armadura invencible

Updated: Aug 25, 2020


¿Qué es, realmente, el miedo?

Si lo vemos de cerca sin aterrorizarnos con sus máscaras, veremos que es el nombre que le damos a un sentimiento de incertidumbre. El ser humano nace con ello. No hay otra criatura tan acechada con el sentimiento de incertidumbre que tenemos nosotros. Ninguna otra criatura soporta la carga del futuro como nosotros. Ninguna otra criatura vive en un temor perpetuo como lo hacemos nosotros. Para contrarrestar el miedo construímos lugares seguros donde creemos que no seremos perseguidos por sus ángeles: la muerte y la enfermedad, las calamidades y los desastres. Creamos zonas de confort y nos encerramos en capas de escudos protectores de modo que podamos estar a salvo dentro de sus límites. SIn embargo, encuentra su puerta. Necesita sólo un pequeño rincón que dejamos desatendido, un pequeño agujero, el tamaño de una partícula infinitesimal es suficiente para que se cuele. ¿Cómo vamos a cerrar todas estas brechas en nuestra armadura, que son tan pequeñas que apenas pueden percibirse? Pero hay una forma de estar perfectamente seguros y caminar con tranquilidad, vistiendo una armadura alrededor de nosotros. Esa armadura es la fe. Ese escudo que nada puede romper es una confianza -como la de un niño- en la Gracia Divina. Esa fuerza que puede darnos, no sólo el coraje de luchar y ahuyentar el miedo de la incertidumbre, sino también asegurarnos un feliz y luminoso futuro es la Presencia Divina que siempre llevamos dentro, lo sepamos o no. Incluso en nuestra ignorancia, esta maravillosa Presencia nos protege, pero en lugar de abrirnos a la Ayuda Divina, nos abrimos al miedo y sus hordas. Invitamos a la muerte y sus agentes a nuestras zonas seguras enviando señales de miedo. Invocamos a las enfermedades, aunque externamente no las queremos, simplemente al creer en su realidad. Empoderamos las enfermedades dándoles el poder de nuestra confianza en su capacidad de destruírnos. Si sólo le diésemos esta confianza a la Divinidad, por invisible que pueda ser, si sólo pensásemos en la Gracia que se inclina para salvarnos y está siempre preparada para ayudarnos, sanarnos y socorrernos, entonces nada nos tocaría, o incluso si lo hiciese, nos dejaría pronto, como un huésped indeseado, quizá para no volver nunca más.



Alok Pandey

 
 
 

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