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Nuestro lugar en el trabajo universal




-Cual es mi lugar en el trabajo universal?


Todos tenemos un rol que realizar, un trabajo que lograr, un lugar que sólo nosotros podemos ocupar. Pero como este trabajo es la expresión, la manifestación de la más íntima profundidad de nuestro ser, sólo podemos volvernos conscientes de su forma definitiva cuando somos conscientes de esta profundidad dentro de nosotros. Esto es lo que a veces pasa en los casos de verdadera conversión. En el momento en que percibimos la luz transfiguradora y nos damos a ella sin reserva, podemos volvernos repentina y precisamente conscientes de aquello para lo que fuimos hechos, del propósito de nuestra existencia en la Tierra.

Pero esta iluminación es excepcional. Llega a nosotros por una serie de esfuerzos y actitudes internas. Y una de las condiciones esenciales si queremos lograr y mantener dentro de nosotros estas actitudes, estos estados del alma, es dedicar parte de nuestro tiempo cada día a alguna acción impersonal; cada día debemos hacer algo útil para otros.

Hasta que conocemos la cosa esencial que debemos hacer, debemos encontrar una ocupación temporaria que será la mejor manifestación posible de nuestras actuales capacidades y nuestra buena voluntad.

Entonces nos daremos a esta ocupación con consciencia y perseverancia, sabiendo que bien puede ser sólo una etapa y que con el progreso de nuestro ideal y nuestras energías, con certeza un día nos será dado ver más claro el trabajo que debemos realizar. En la medida en que perdamos el hábito de referir todo a nosotros mismos y aprendamos más y más a darnos más completamente, con más amor, a la Tierra y a las personas, veremos ampliarse nuestros horizontes y nuestras tareas serán más numerosas y claras. Encontraremos que nuestra acción sigue una línea general de progreso determinada por nuestro temperamento particular.

De hecho, las sucesivas ocupaciones que sostendremos antes de ser conscientes de la forma definitiva de nuestra acción siempre apuntarán en la misma dirección, serán de un mismo tipo y modalidad, que es la espontánea expresión de nuestro carácter, nuestra naturaleza, nuestra vibración característica.

El descubrimiento de esta tendencia, esta orientación particular, debe venir de forma natural; es una cuestión de gusto y libre elección, más allá de toda consideración egoísta.

Muchas veces la gente es culpada por elegir para sí una acción que no corresponde a sus habilidades. Hay una pequeña confusión aquí.

Aquellos que libremente eligen cumplir su propio trabajo preferido no pueden, en mi opinión, estar en el camino equivocado; este trabajo seguramente será la expresión de su tendencia particular. Pero su error consiste en querer complir con este trabajo de una sola vez, en su integralidad, en profundidad y sobre todo en la superficie, olvidando que la concepción misma del trabajo es imperfecta tal como ellos son imperfectos, y para ser sabios, deberían agregar al conocimiento de lo que quieren hacer, el conocimiento más práctico e inmediato de aquello que son capaces de hacer en este momento. Tomando estos dos factores en cuenta, pueden dedicarse con un desperdicio mínimo de tiempo y energía.

Pero poca gente actúa con tanta sabiduría e insight. Y muy frecuentemente sucede que aquel que está en la búsqueda de su camino cae en uno de estos dos posibles errores:

O bien toma sus deseos por realidades, es decir, sobreestima su fuerza y capacidad actual y se imagina capaz de asumir inmediatamente un lugar y un rol que en verdad sólo podría ocupar honorablemente después de varios años de esfuerzo metódico y perseverante.

O subestima sus capacidades latentes y se limita a sí mismo, a instancia de sus aspiraciones profundas, a una tarea que está por debajo de sus capacidades y que gradualmente extinguirá dentro suyo la luz que podría haber brillado para otros.

Parece difícil, al principio, mantenerse fuera de estas caídas y encontrar el balance, la vía del medio. Pero tenemos un indicador seguro para guiarnos.

Por sobre todo, lo que elijamos no debe ser hecho con el propósito de presumir. Si estamos apegados a la imagen y la fama, a la estima de nuestros pares, rápidamente somos llevados a hacer concesiones a ellos; y si estamos en busca de una oportunidad de ganar admiración, es fácil que hagamos de nosotros algo que no somos, y no hay nada que oscurezca más el ideal dentro de nosotros.

Al contrario, deberíamos decirnos “Debe haber sin duda algo que puedo hacer mejor que nadie, ya que cada uno de nosotros es un modo especial de manifestación del Poder Divino que es, en esencia, uno en todos. Por modesto y humilde que pueda ser, esto es precisamente a lo que debo dedicarme, y para encontrarlo, debo observar y analizar mis gustos, tendencias y preferencias, y debo hacerlo sin orgullo ni excesiva humildad, más allá de lo que piensen los demás debo hacerlo tal como respiro, tal como la flor desprende un aroma dulce, de forma simple, natural, porque no puedo hacer otra cosa.”

Tan pronto como abolimos dentro de nosotros, aunque sea por un momento, todo deseo interesado, todo propósito personal y egoísta, podemos entonces darnos a esta espontaneidad interna, esta profunda inspiración que nos permitirá comulgar con las fuerzas vivas y progresivas del universo.

Esta concepción de nuestro trabajo inevitablemente se volverá más perfecto a medida que nos perfeccionamos nosotros mismos; y para realizar esta perfección creciente, ningún esfuerzo por sobrepasarnos a nosotros mismos debe ser abandonado, pero el trabajo que realizamos debe volverse más y más lúdico y feliz y espontáneo, como agua brotando de una fuente pura.


La Madre


 
 
 

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