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La llave de la sadhana



(extracto del libro "¿Cómo prosigo?" de M.P. Pandit)


Es verdad que la realidad Divina, el Espíritu, Dios, está en todas partes y es posible volverse consciente de la Divinidad en cualquier parte y unirse a ella. Pero es más cierto que es más fácil despertar a la Divinidad en uno mismo y descubrir nuestra identidad con Ella. Esto es porque se trata de una experiencia directa, una consciencia en nosotros que es directa. Yo sé que estoy enojado: es una auto-consciencia instantánea, a diferencia de mi conocimiento de las cosas exteriores, que es indirecta y depende de la instrumentación de los sentidos. Es por eso que el asunto central de las tradiciones espirituales es "Conócete a tí mismo". Y ¿quién es este sí mismo? no eres el cuerpo, no eres la energía vital (prana), no eres la mente (manas), no eres el conjunto de tus emociones y sentimientos (citta). Eres algo más: eres el alma, una chispa divina que es inmortal. Conocer esta entidad Divina en tí mismo es conocer tu Yo verdadero.


El Upanishad habla de cinco seres -purusa- en cada individuo: el ser físico (annamaya purusa), el ser vital (pranamaya), el ser mental (manomaya), el ser-conocimiento (vijnamaya) y el ser-Beatitud (anandamaya). En la mayoría de los individuos, sólos los tres primeros están completamente formados, articulados; los otros se forman y desarrollan a medida que procede la evolución espiritual. Detrás de ellos, a modo de soporte, está el alma, el ser psíquico, (caitya purusa) que es una proyección individualizada de la realidad Divina en el esquema individual de la evolución. Este ser psíquico, el alma en evolución, (antaratman) participa en la evolución y crece en estatura y consciencia, nacimiento tras nacimiento. A medida que se desarrolla y emerge desde atrás del velo de la naturaleza instrumental, el elemento divino en la persona incrementa su poder y rango y ejerce presión en la naturaleza para cambiarla y transformarla en una nueva dimensión divina.


Cada parte de nuestro ser tiene su principio y poder característico. Así, el cuerpo, físico, basado en tamas asegura estabilidad, solidez y resistencia. Hay un sistema de cultura del cuerpo que promueve estas cualidades y poderes basado en ello. El prana, la energía vital, basada en rajas, da movimiento, fuerza, dinamismo. El cultivo del prana aumenta estos poderes. La mente, esencialmente basada en sattva, es un poder consistente en muchos niveles, que busca el conocimiento. El alma, el purusa psíquico, es la fuente de pureza, armonía, amor, beatitud. En la medida en que uno se abre a su influencia, lo activa en la vida, uno es gobernado por estas cualidades de una consciencia más refinada. La vida se vuelve una progresión hacia una armonía cada vez mayor, un amor cada vez mayor, una alegría cada vez mayor, a medida que las puertas del ser psíquico se abren y se mantienen abiertas.


Y esto es de valor capital en la vida espiritual. Pues en la sadhana, el buscador debe eliminar sus elementos animales, purificarse de los deshechos de la naturaleza inferior, deshacerse de las agitaciones y exaltaciones de los impulsos rajásicos. Sería una tarea interminable si sólo pudiese hacerse con una voluntad mental e imponerle una disciplina de negación. Los recrudecimientos del subconsciente y el inconsciente son impredecibles y el camino se vuelve, realmente, el filo de una navaja. Es más seguro proceder sobre una base firme y ese es el camino positivo de abrirse al ser psíquico, el antaratman, que es una fuente inagotable de pureza, dulzura, compasión y movimiento hacia lo Divino.


El valor del ser psíquico no reside meramente en su rol purificador. Es también el asiento de la devoción, del verdadero amor. Es infalible en su percepción y guía ya que es Divino en su núcleo y está en contacto con la verdad de las cosas. Es, de nuevo, la punta de lanza de la Consciencia Divina e irradia divinidad a cada momento. Todos nuestros movimientos de profunda devoción, entrega, alegría, son reflejos -directos o indirectos- de la labor de este centro psíquico. Éste percibe la Belleza de la Divinidad y comunica su elevada aesthesis a aquellos que están, conscientemente o no, abiertos a su influencia. Es también una especie de línea directa a la Divinidad trascendente, permitiéndo un ascenso directo de la consciencia al Supremo, si lo desea.

En una palabra, el psíquico es el fulcro hacia el que se vuelve el "camino soleado" hacia el Divino. Cómo despertar a él y cómo alcanzar el asiento del psíquico es la siguiente cuestión.


El centro psíquico está detrás del asiento tradicional del corazón, anahata. Es más profundo. El centro del corazón está en las emociones y sentimientos. El psíquico está más allá. Está en el núcleo del ser, en la cueva del corazón, hridaya. Es lo que los Rishis védicos consideran la llama mística, que aspira desde la estación humana hacia su propio hogar superior. El psíquico es el asiento de toda aspiración hacia lo alto, fuente de amor y devoción espontáneos, y una alegría simple y natural. Siempre se siente como un niño. Aquel en quien el psíquico opera efectivamente se siente un niño -hijo de la Naturaleza, hijo de tú y yo, hijo de Dios.


Antes de que uno pueda aspirar a alcanzar este ser psíquico y hacer de él el factor que gobierne nuestra vida, uno necesita crear un clima favorable a su despertar y emergencia. Y esto se hace modelando los movimientos de nuestra vida en el molde del ser psíquico. Es una transmutación psicológica lo que se necesita. La mente y el corazón deben ser sujetos a una implacable disciplina de purificación. Todo lo que se opone al carácter del psíquico debe ser evitado. Todo lo estrecho, egoísta, malvado, feo, cruel, dañino, corrupto, como el odio, el enojo, los celos y la mala voluntad deben ser eliminados de nuestra mentalidad, de las partes de nuestro ser volitivas y emocionales. Debe efectuarse una purificación psicológica. Lado a lado con esta operación negativa, debe ponerse un esfuerzo positivo por cultivar y establecer las cualidades nobles del alma como el desinterés, la dedicación, benevolencia, compasión, amor, integridad, sencillez, humildad. En resumen, el complejo del deseo egoico debe ser disminuido continuamente, y reemplazado por el dominio psíquico de amor y unidad.


Bharupa-Satya-Sankalpah, la luz es la forma de la Verdad. De esta llama que es el alma, su característica es la Verdad. La Verdad es el camino a ella; verdad del pensamiento, verdad en el sentimiento, verdad en el habla, verdad en la acción. La insinceridad pone un velo sobre el alma, bloquea su pasaje y obstruye su accionar. Quien busca la verdad que es el alma, la entidad divina interior, debe optar por el camino de la verdad en todo sentido.


Meditar sobre la Presencia de la Divinidad, esta concentración de pura consciencia divina interior, nos ayuda a forjar el camino interno. Uno puede concebirla como una llama y meditar sobre ella. O puede tener la idea de la divinidad que habita el interior. Uno puede mantener una voluntad firme y evocarla. Uno puede ofrecer su devoción al habitante interno y esperar. La respuesta suele llegar luego de un esfuerzo sostenido. Puede haber una sensación de pureza creciente, mayor consagración, una dulzura y alegría sin causa, incluso un sentido de eternidad. Primero hay una influencia que se hace palpable. Incluso un sólo momento de su emerger hace una tremenda diferencia en la sadhana del buscador. Esta influencia debe ser atesorada, alimentada, y dársele mayor espacio en el ser.


Esta influencia, cuando se hace constante, se convierte en acción del alma, el psíquico, y la sadhana toma un nuevo carácter de certeza, dirección certera y avance sin esfuerzo. Se siente en el período de esta acción una intensa identificación con la Divinidad, repulsión por todo lo que se opone a lo Divino, y una elección espontánea por la verdad y lo correcto en el campo de la acción. Habitualmente estos períodos no duran mucho al comienzo. El día es pronto reemplazado por la noche. La naturaleza inferior, sus partes recalcitrantes, no aún suficientemente expuestas a la acción transformadora de la Luz, surgen sorpresivamente y sigue un período de sequedad. A su debido tiempo, con fe y perseverancia, estos períodos negativos se vuelven menos frecuentes y menos intensos, y los períodos más luminosos crecen hasta volverse permanentes. Eso sucede cuando el ser psíquico ha emergido plenamente en lo abierto y asumió el gobierno del resto del ser.


Le sigue la siguiente fase de la sadhana y es la de modelar nuestra naturaleza en el molde del ser psíquico. Así como la vida de la persona común en la ignorancia es gobernada por el ego, la vida de aquel en quien el psíquico está despierto y activo se vuelve una imagen del alma divina. Todas las actividades de la mente, el corazón, las energías vitales, el propio cuerpo, lleva la estampa del ser psíquico y asegura que nada en ellas contradiga la realización central sino que exprese su verdad crecientemente. Una vez efectuado este cambio en la naturaleza, no hay vuelta atrás. Uno sólo puede avanzar. El amor y la dulzura emanan de la persona y todos lo anhelan, enam samvanchanti.


M.P Pandit




 
 
 

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