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La esencia del Yoga


Introducción


El Yoga ha existido en la Tierra desde la antigüedad. Mucho antes de que el ser humano supiera algo de religiones e ideologías, mucho antes incluso de que nacieran las nacionalidades y las personas vagaban libremente por las montañas y bosques que cubrían el cuerpo del mundo con un atuendo verde, había seres suficientemente despiertos como para buscar respuesta a las preguntas fundamentales de la vida.


Algunas de estas preguntas fundamentales de la existencia son: ¿Quién soy? ¿Qué es este mundo que habito? ¿Como emergió la creación y la humanidad? ¿Que había antes del big bang? ¿Cuál es la meta de la vida, si existe? ¿Quién o qué dirige y gobierna nuestros pensamientos, voluntad e impulsos? ¿Qué es la muerte -es el fin de nuestra existencia o una momentánea cesación, una pausa, un cambio que atravesamos de un modo de existencia a otro? ¿Hay vida tras la muerte? ¿Podemos descubrir el misterio último de la existencia?


Descubrieron que la respuesta fundamental a estas preguntas perennes que han inquietado a la humanidad por eras, descansa en los espacios silenciosos del humano mismo. Este proceso de auto-descubrimiento -como podemos llamarlo- tuvo lugar naturalmente en una época en que el ser humano no tenía libros, ni información apretando un botón, ni muchas distracciones. Incluso los textos Védicos no estaban ahí. Los visionarios Védicos mismos se refieren a los ancestros que fueron antes que ellos y les enseñaron la vía. Su Yoga se transmitió directo de un Maestro que había tomado el camino a aquello que estaban dispuestos a ir más allá de su humanidad y descubrir lo que los sentidos no revelan y lo que la mente y la razón desconocen. Lo que se necesitaba era el fuego d ela búsqueda en su corazón ardiente. El ser humano nace con ello. Todas las personas nacen con ello.


Este es el trasfondo general de todo yoga. El hecho de que el yoga haya sido estudiado y sus hallazgos confirmados repetidamente por muchos yogis a través del tiempo, traspasando barreras de tiempo y espacio; el hecho de que sus resultados, encuentros y descubrimientos pueden ser reproducidos por otros, si siguen las guías y cumplen las condiciones (como en todo experimento) lo hace una ciencia por derecho propio. Del mismo modo el hecho de que no hay un sólo libro, un cógido universal o guía de reglas, ni un nombre único para el Misterio último, ni una única persona que tiene las claves, es suficiente para decir que el Yoga está tan lejos de la religión y las ideologías como el ser humano del simio.


De hecho, la religión es, a menudo, una clase de yoga incompleto e imperfecto donde el fundador se perdió o se detuvo a mitad de camino en el hogar del Espíritu. O bien una religión nace cuando el Maestro ya se ha ido y el ser humano irrumpe con sus propias ideas limitadas, creencias dogmáticas y, junto con el rey y el sacerdote, crea un libro de reglas y rituales y un código común para mantener su hegemonía sobre las masas.

La religión, especialmente una religión exclusiva que descarta otras aproximaciones, es más un constructo sociopolítico de la cáscara muerta de lo que una vez puede haber sido una clase de búsqueda espiritual. Por eso en India, la tierra de nacimiento del yoga, al camino mismo de vida ideal recibió un nombre universal y todo-inclusivo. Fue llamado Sanatana Dharma, que significa simplemente la Ley eterna que gobierna toda existencia aquí. El ser humano puede alinearse con esta ley a medida que se desarrolla en y a través del marco de nuestra existencia individual y colectiva o puede ignorarla y seguir cualquier curso que sugiera su naturaleza superficial.




La Ley de la Verdad


¡Cada religión afirma haber encontrado la ley de la Verdad! Pero la ley de la Verdad no es algo grabado en una roca dura para todos los tiempos por venir. Tampoco es una ley humana que funcione de acuerdo con las ideas humanas de justicia o concepciones morales del bien y el mal. Si miramos de cerca a la naturaleza descubriremos que trabaja de manera amoral. La justicia existe, pero no se trata de recompensa y castigo, sino de un crecimiento y desarrollo constante. Lo que se aplica a una criatura no tiene por qué aplicarse a otra. Lo que funciona en una etapa de la evolución puede incluso volverse contraproducente en otra. Sin embargo, no hay duda de que hay una Verdad fundamental que es siempre la misma, inmutable detrás de todos los cambios que ocurren en la creación.

Pero esta Verdad se despliega de manera diferente en diferentes individuos y de distintas maneras, incluso en el mismo individuo en diferentes etapas de su desarrollo y evolución. Pero la mente, incapaz de comprender esta inmensidad, complejidad y plasticidad con la que Dios trabaja, tiende a cristalizar todo en dogmas fijos, a menudo estrechos y rígidos para que todos los sigan. Esta tendencia se ve a veces incluso en diferentes caminos del yoga, convirtiéndolo en una secta si no en una religión. Se presta mucha atención a los detalles externos y las acciones externas que conducen a la especialización y sobreespecialización de cada sistema.


Lo que a veces se pierde en este énfasis en los métodos y técnicas es el núcleo del Yoga. Este núcleo es la aspiración, la búsqueda original con la que el hombre inició su camino. Las técnicas nos llevarán a un punto, pero nos perderemos lo real. No iremos más allá de lo que aspiramos mediante cualquier técnica que sigamos. Así, por ejemplo, cuando practicamos una serie de asanas o prāṇāyāma e incluso meditación para la salud y la calma, lo encontraremos. Pero esto es solo una ganancia preliminar básica, un acompañamiento de yoga, un entrante por así decirlo y no el plato principal.

El verdadero propósito del yoga no es solo un equilibrio entre la mente y el cuerpo o algo de vigor físico y salud. Todo esto es bueno, pero el yoga sabe que la Verdad brilla mucho más allá de los horizontes limitantes de nuestra mente. Busca escalar al Hogar de la Verdad en alas de fuego. Puede hacerlo ya que según el yoga, este fuego de aspiración en el hombre tiene la misma cualidad esencial que el sol de la Verdad. Aquí se manifiesta como una búsqueda, allí, en su hogar natal, se manifiesta como el Esplendor de Luz y Poder consciente de sí mismo. Así es como debe entenderse el conocido descubrimiento del yoga que declara audazmente que el hombre es esencialmente divino, Sohamasmi, Yo soy Eso, o Tattvamasi, Tú eres Eso.


Esto no significa que el hombre en su naturaleza superficial sea divino. Es en sus profundidades donde el hombre es divino. Lleva dentro de él la semilla o chispa de la Conciencia divina que se está desarrollando en su vida a través de varios cuerpos y nacimientos. El yoga es solo un medio consciente de llegar a esta gran realización fundamental. La Ley de la Verdad también puede ser descubierta para cada uno sólo cuando descubre este fuego secreto interior, el alma inmortal en el hombre y la Voluntad divina que está arraigada en él. O bien, se puede descubrir a través de un largo y arduo viaje hacia el sol. Esta es la tremenda aventura del yoga simbolizada en las historias de Jatayu y Sampati, de Hanuman saltando hacia el sol en la mitología india y de Ícaro y Dédalo en la mitología griega. Pero cuando vislumbramos algún reflejo del sol desde lejos sin emprender el viaje real, tendemos a convertir la Ley de la Verdad en un conjunto de reglas fijas e inalterables que todos deben seguir. Pero el sol se revela de manera diferente en diferentes estaciones, así también la ley de la Verdad se revela de manera diferente en las diferentes etapas de la vida y nuestro crecimiento personal.



Realineándonos a la Verdad


En otras palabras, nuestra vida, a medida que la vivimos y la experimentamos, comienza a desafinarse con el ritmo que debe tener. Así como un agricultor que cultiva la tierra y siembra las semillas en la estación incorrecta no cosecha las siembras, así también nuestra vida, al no tomar nota de este desarrollo de la Verdad y la evolución progresiva, a menudo no logra cosechar la cosecha divina del interior del suelo de la naturaleza humana. O para tomar otro ejemplo, así como un instrumento musical o un vehículo deben afinarse para dar lo mejor de sí mismos, también nuestra vida y sus instrumentos deben afinarse una vez más a nuestras profundidades y alturas para una vida más verdadera y plena. El yoga es un medio para sintonizar nuestra vida con el ritmo previsto.

El animal está en sintonía con la naturaleza con el poder de los instintos. Sabe instintivamente lo que debe hacer o no hacer para mantenerse en sintonía con el medio ambiente y la naturaleza material que lo rodea. El hombre ha perdido esta armonía instintiva. Lo ha negociado por otra cosa. Los instintos animales en él han pasado a un segundo plano cuando los poderes del pensamiento y la mente comenzaron a emerger. La mente ahora debe volver a sintonizar nuestro ser, primero mediante el desarrollo del intelecto discriminativo y luego creciendo hacia posibilidades cada vez más elevadas de la mente misma hasta llegar a la intuición.


Este crecimiento de la intuición en el hombre será el equivalente humano del instinto en el animal. Pero habrá una gran diferencia entre los dos. El instinto es en gran parte inconsciente. El animal mismo no sabe por qué hace lo que hace. No hay ningún pensamiento involucrado. ¡Ni siquiera se da cuenta de que tiene instinto! Sin embargo, la intuición es consciente. No solo nos ayuda a hacer el gesto correcto, la acción correcta, sino que también endereza nuestra voluntad que ha sido distorsionada y desviada por el torrente de adrenalina y la emoción y los deseos y el miedo y la ira y la lujuria y todo lo que hemos heredado del pasado animal.

Ahora bien, la aparición de una voluntad consciente en el hombre es el don de la razón que nos obliga a tomar decisiones. Esta voluntad, entrenada por el intelecto discriminativo, está ahora lista para ir más allá y sintonizar a través del poder de la intuición con la Voluntad universal. Al hacerlo, volvemos a descubrir la armonía que hemos perdido. Pero a diferencia de los instintos animales, nos hemos vuelto conscientes. Esta es la gran ganancia de esta compleja evolución mental por la que nos movemos. Es un pasaje estrecho y sofocante donde, a diferencia del animal, nos damos cuenta de nuestra ignorancia y ceguera para poder desarrollar una nueva vista y una nueva visión.

El yoga es el medio que se nos da para desarrollar una nueva visión y ascender hacia la intuición. Esta recuperación de la intuición está simbolizada en muchas leyendas griegas y védicas, entre las que destacan la leyenda de Angiras y las vacas / ganado del sol que se pierden en oscuras cavernas. Deben ser recuperados y liberados por el bien de la humanidad. Dos cosas ayudan hacia este fin: el descenso de una conciencia intuitiva y el poder del mantra.


La doble naturaleza en el ser humano


Según el yoga, el hombre nace divino. tiene un alma que es el elemento divino en él. De hecho, este es su verdadero ser, que está cubierto con su naturaleza, así como una fuente de luz puede cubrirse con un manto espeso. La sombra de su alma que cae sobre su naturaleza le da la sensación de que él es simplemente un conjunto de movimientos que tienen lugar dentro del campo de la naturaleza. Así identificado con estos movimientos de la naturaleza, sus pensamientos, sentimientos, impulsos, comportamiento, desarrolla un yo-ego. Pero su verdadero yo, el alma dentro de él, permanece cubierta y escondida en lo más profundo del mismo modo que el lecho de un río permanece escondido debajo del agua que siempre está en flujo. Si el agua está limpia y tranquila, el lecho del río se puede ver un poco, pero si el agua está turbia y turbulenta, no se puede ver el lecho por donde corre el agua.


Por lo tanto, el primer atisbo del alma sólo se puede tener si aprendemos a aquietar y calmar la mente y los pensamientos y sentimientos movidos ​​por todo tipo de impulsos y deseos. Cuando la naturaleza está inquieta y turbulenta o tormentosa y excitada, como con movimientos de ira, celos, odio, lujuria, miedo, codicia o nublada por las dudas y oscurecida por la depresión, entonces nos desconectamos de nuestra alma y en su lugar comenzamos a vivir y actuar bajo el impulso de estas fuerzas, cuyo resultado final es un estado de creciente confusión e infelicidad que va hacia la desesperación y, finalmente, la pérdida de toda voluntad de progresar o incluso de vivir, un velo que cae sobre la esperanza, la fe y la confianza.


Por lo tanto, muchas prácticas de yoga nos enseñan y entrenan para calmar las inquietas actividades superficiales de la naturaleza. El Hathayoga entrena al cuerpo para que esté calmo y no inquieto. Prāṇāyāma (parte de Hathayoga y Rajayaoga) entrena la energía vital para que fluya suavemente y con un ritmo tranquilo. Rajayoga entrena adecuadamente la mente para estar tranquila y quieta. El triple camino del Gita nos enseña a aquietar nuestros pensamientos, sentimientos y deseos mediante la práctica de la ecuanimidad y el niskama karma (renunciar al deseo de frutos en una acción). La naturaleza también está entrenada para dirigir sus actividades, pensamientos, sentimientos y voluntad en dirección a Dios. Todo esto nos ayuda a ganar paz, calma y quietud en nuestra vida, por lo demás inquieta e hiperactiva, impulsada por todo tipo de fuerzas. Una vez que la naturaleza se calma, el sadhaka entra en los territorios internos hasta que es capaz de tocar el lecho real, el yo estable, el alma interior. Ya no está más identificado con el yo-ego en constante cambio que sigue mutando sus colores y estados de ánimo por horas. Allí descubre la verdadera naturaleza del ser humano, que es fundamentalmente divina.


Ésta es una gran diferencia entre la comprensión yóguica y psicológica predominante de la humanidad. Según el yoga, el hombre tiene fundamentalmente una naturaleza divina que ahora está cubierta, pero que puede recuperarse quitando los velos. Según la psicología predominante e incluso algunas religiones, el hombre tiene una naturaleza animal-humana y no hay esperanza de que alguna vez tenga una naturaleza divina. Puede intentar hacer que el animal que hay en él sea más aceptable (el punto de vista psicológico) o, de lo contrario, ser perdonado y redimido por sus pecados aceptando un cierto sistema de creencias (punto de vista religioso semítico). Se deja a cada uno seguir con lo que se sienta más cómodo. En el yoga no hay idea de conversión o intercambio de una creencia por otra. Se basa en la práctica y en la experiencia de innumerables yoguis. Uno tiene que ir más allá de las creencias y practicar el yoga y encontrarlo por sí mismo.


Sin embargo, mientras que los típicos Rajayoga, Hathayoga, Jñānayoga e incluso un tipo de Bhaktiyoga necesitan prácticas especializadas para las que debemos encontrar un tiempo separado, el Karma yoga del Gita abre un amplio camino en el que uno puede caminar incluso cuando está involucrado en todos los innumerables actividades de nuestra vida diaria. Esta es una gran diferencia, especialmente en nuestra época, que nos mantiene ocupados de muchas más formas que los habitantes de los bosques de antaño. De hecho, una práctica adecuada de los sistemas especializados de yoga como el Hathayoga y Rajayoga o incluso el Jñānayoga con su requisito de meditación intensa es difícil de emprender sin un cierto grado de retirada de la vida mundana y sus múltiples actividades. Es por eso que quizás durante un período de tiempo el yoga y la espiritualidad comenzaron a alejarse de la vida, tanto que fueron vistos como opuestos irreconciliables. Así se creía que uno puede llevar una vida material o espiritual.

Pero el yoga del Gita abrió un nuevo capítulo en este viaje al integrar la vida con el yoga. Este nuevo capítulo fue llevado a su conclusión lógica completa por Sri Aurobindo cuyo Yoga Integral no solo reconcilia la vida material y la espiritual, sino que también intenta transformar la existencia material y corporal del hombre por la presión de una creciente conciencia espiritual interna.


Reprogramando nuestra naturaleza


Sin embargo, esto no significa que el Gita o el Yoga Integral de Sri Aurobindo se pueda practicar mientras uno está ocupado bailando como un títere de la naturaleza y sus fuerzas inferiores. Estas, cuyos nombres son codicia, lujuria, ira, celos, miedo, deben ser eliminados. Tenemos que recordarnos a nosotros mismos que esto no soy yo, sino una imposición de la naturaleza universal o de la naturaleza terrestre tal como está hoy. Aquí debemos considerar la doble naturaleza del hombre. Hay en el hombre una verdadera naturaleza anímica. Contiene el plano original y auténtico de su curso evolutivo. Podemos llamarlo la programación original hecha para él por el Creador o la Conciencia Creadora si queremos usar un término más aceptable.


Sin embargo, cuando su alma nace en la tierra, también toma sobre sí todo lo que la naturaleza terrestre está constituida actualmente. La serpiente silba y se lanza en su lengua, el dinosaurio gime en su vientre, el conejo y el ratón viven como el miedo en sus partes más pequeñas, los instintos depredadores del tigre y el leopardo fluyen en su sangre, el mono corre inquieto en su mente . No solo esto, sino también las formas humanas pasadas que una vez habitaron la tierra y estamparon su ley y forma de vida en ella, los Asura, los Rākṣasa, los Paśu y todo lo demás, entran por puertas ocultas en nuestra naturaleza subconsciente como virus que infectan nuestra naturaleza. Estos elementos y fuerzas, que una vez fueron necesarios para la tierra y todavía necesarios para la especie animal y continúan perdurando en el hombre, se interponen en el camino de nuestra evolución posterior.

En otras palabras, el ser humano hereda todo el pasado evolutivo de la tierra. Esto no habría importado si el hombre se quedara en una estación fija como lo hacen los animales. Pero el ser humano nace para participar de una evolución consciente y, por tanto, experimenta el arrastre evolutivo del pasado. Eliminar estas fuerzas de naturaleza animal y asúrica del pasado no se hace, por tanto, desde un punto de vista moral, sino práctico. Esa es la razón fundamental detrás del esfuerzo del yogui por rechazar algunos de los movimientos del pasado que nublan y se interponen en el camino hacia el descubrimiento de nuestra verdadera naturaleza divina.


La señal de que estamos en el camino hacia este descubrimiento es una paz y una alegría crecientes. Por otro lado, un estado de infelicidad, miedo y sospecha es la señal de que estamos descentrados. Este es entonces el secreto de la alegría y la paz que se obtiene a través del yoga. No se trata tanto de técnicas, procesos y métodos como de la sinceridad de nuestra aspiración de encontrar nuestro verdadero yo, de vivir una vida hermosa y divina. También significa vivir una vida más auténtica, ya que se vive desde el único centro verdadero dentro de nosotros. El yoga nos conecta con nuestra búsqueda central, nuestra aspiración central. En el curso normal de nuestra vida, nos desconectamos progresivamente de nuestro núcleo. La aspiración se reemplaza con ambición, la belleza se reemplaza con artificialidad, la verdadera alegría se reemplaza con placeres momentáneos y felicidad pasajera, la paz se reemplaza con inercia, el amor que brota del núcleo de nuestro ser se mezcla y se reemplaza con odio, lujuria, apego y miedo. , el conocimiento es reemplazado por montones de información unida por el pegamento de la ignorancia que nos impide comprender el valor real de las cosas.

Sin embargo, no se pierde nada. Todo está allí, en nuestras profundidades, incluso como oro enterrado en el barro. Todo lo que se necesita es extraer lo real y lo verdadero y eliminar la mezcla sórdida y el sustituto artificial. Así es como podemos llevar una vida verdadera y auténtica y no simplemente siguiendo los caprichos y fantasías de nuestro ego y deseos, tomándolos como "nuestro yo".

Es solo al descubrir este fuego interior y su ascensión hacia el vasto infinito de la Conciencia Divina que podemos descubrir la verdadera, duradera e incondicional libertad y dicha.


Dr. Alok Pandey

 
 
 

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