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Ama a la Madre

(Un texto de Alok Pandey, del Sri Aurobindo Ashram)




"Ama a la Madre", estas cuatro palabras, simples y directas pero poderosas y profundas, resumen en cierto modo la llave del Yoga Integral.

Es la base de todos nuestros esfuerzos hacia la auto perfección, la fuerza que nos sostiene a través de todas las pruebas y tribulaciones de la sadhana, así como también, la gran culminación y el momento de coronación. Es bueno recordar que el Yoga se hace por la Divinidad y no para una auto glorificación o satisfacción. Su impulso secreto siempre es el amor del alma por la Divinidad, tan natural como el de un niño que ama a su madre. Es un lazo de confianza entre los dos, un lazo que es instintivo en la relación y crece con el tiempo; así también con el amor del alma del niño por la Madre Divina.

Podría incluso decirse que si uno siente amor por la Divinidad, entonces el alma profunda no sólo está suficientemente abierta sino que es lo suficientemente poderosa para influenciar la mente y el corazón externos de modo que sientan este amor. Desde el momento en que un alma abre sus ojos reconoce a la Divina Madre, aunque su relación, la profundidad e intensidad, crecen con el tiempo. Pero el reconocimiento es súbito y espontáneo. No necesita debates mentales o discusiones ni convencimientos o coerciones para sentir esto y tener fe en Ella. Una vez que esto sucede, una vez que el alma ha reconocido a la Divina Madre y se ha enamorado de Ella, el mayor obstáculo se terminó. El sello y firma de la Divinidad es puesto y la eventual realización del Yoga está asegurada.


Pero no todas las almas están así despiertas. El sueño cósmico las ha puesto a dormir. En su profundo sueño, yaciendo en el útero de la oscuridad, sueñan con la Madre pero no la conocen, no la reconocen. Aunque es Ella la que las alimenta y nutre, las cuida y las lleva a través de todo el difícil viaje de muchas vidas, el alma está aún en la etapa uterina. No ha sido parida aún, por decirlo así; sus ojos no se abrieron; no ha sido iniciada por la Luz de la verdad. Aún vaga y elige vagar en su mundo de ensueño de la Ignorancia, confundiendolo con la realidad. Pero llega un tiempo en que nace a la Luz y abriendo sus ojos del estupor de nuestra existencia material ordinaria, se vuelve consciente de las Manos que le sostienen, nutren y cuidan, calmando sus heridas y atendiendo nuestras necesidades internas y externas. Pero esto es sólo el primer contacto del amor, un breve destello de lo mucho que aún está por llegar.


Después viene la etapa en la que empezamos a caminar el sendero. La Madre entonces nos permite explorar libremente, incluso tenemos la libertad de caer y levantarnos de nuevo. ¿De qué otro modo podríamos crecer en fuerza y sabiduría, que viene de la experiencia? Pero Ella siempre cuida que no nos lastimemos. Si esto sucede, Ella no nos juzga ni condena, sino que aplica el bálsamo calmante de Su Paz, nos lleva de su Amor para darnos un esfuerzo renovado y la fuerza de caminar de nuevo. Empezamos a pedirle su aprobación de nuestros pasos y cuando erramos nos volcamos a Ella pidiendo ayuda. Ella sostiene nuestras manos, elige por nosotros nuestros caminos y nos enseña a caminar el sendero poderoso y difícil. Nos protege pero no merma nuestra fuerza ni empobrece nuestro pensamiento, pues se ha propuesto la desafiante tarea de modelarnos en la imagen Divina, para hacer de nosotros héroes guerreros del futuro, convertir nuestra Ignorancia en Sabiduría y nuestra debilidad en Fuerza inclaudicable. Esto no puede ser a menos que Ella nos permita enfrentar los desafíos de la vida interna y externa. Esta es la etapa del aprendizaje en el Yoga.

Vamos paso a paso, etapa por etapa, enfrentando numerosas pruebas y desafíos. Ella nos permite pasar por ellos pero siempre cuidando de nosotros, siempre lista para ayudar y socorrer, rectificar nuestros errores, ayudarnos a pasar las pruebas agregando Su Gracia a nuestros pequeños esfuerzos. Así crecemos a través de cada tribulación, a través de las pruebas y exámenes puestos por las fuerzas del mundo. Si bien Ella ha permitido que estas fuerzas del mundo pongan a prueba nuestras almas para templarlas y así sacar fuera nuestras fuerzas escondidas, Ella nunca nos pone a prueba. Ella nos conoce y todas nuestras faltas y debilidades son expuestas a Sus ojos. Ella sabe como somos, mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. De hecho, en todas estas pruebas evolutivas, Ella se encuentra a nuestro lado. Así somos formados hacia la perfección; así trepamos hacia el Sol de la Verdad con la ayuda de su Luz y su Amor.


Entonces llega una tercera etapa, mientras ascendemos. Este amor comienza a crecer hacia una intimidad. Empezamos a pensar y sentir, de una forma lejana, como Ella. Entonces nuestro amor por Ella también asume un carácter nuevo y diferente. Al comienzo la amamos de forma humana, al modo de nuestro vital ignorante y demandante, al modo de nuestro ego que busca sólo su propia satisfacción, su propia confirmación, y su auto-engrandecimiento por parte del objeto de nuestro amor. Pero el amor real, el amor que refleja algo del Amor Divino no existe por ninguno de estos motivos inferiores. De hecho, no tiene más motivo que la simple alegría de amar. Más tarde, incluso esta alegría de amar da lugar al amor por el amor mismo. La amamos porque Ella es digna de amor, La amamos porque no podemos hacer otra cosa. Como una pieza de acero es atraída hacia un imán irresistiblemente, como un río fluye hacia el mar y la Tierra gira alrededor del sol, nuestra vida comienza a fluír y moverse y dirigirse hacia Ella natural y espontáneamente. No cuestionamos qué es lo que vamos a obtener a cambio del amor; simplemente amamos porque amamos. Todos los demás objetivos del Yoga, las variadas experiencias y etapas y pasos del Yoga son como comprimidos e integrados o bien transformados en un sólo éxtasis sin pausa.


Nuestra vida se vuelve como una ola sobre el poderoso océano, en un momento aparentemente separado, en otro momento sintiéndonos uno con él, pero siempre conscientes de ser una parte de ese océano. En un momento juega con una ola, en otro juega con otra, al elevarse de la superficie pero sabiendo siempre que todas estas incontables olas son simplemente distintas formas del único océano que forma la base y es el origen secreto y la culminación de todo.

No amamos, entonces, a otra ola, sino simplemente otra forma de ser del océano. En y a través de Sus criaturas también es Ella la que se expresa. Amamos la creación no porque estamos apegados a ella, a algo transitorio y efímero; la amamos porque es, en última instancia, Su creación y todas las criaturas que habitan la vastedad del Espacio y el Tiempo son Sus criaturas a quien Ella ama y nutre y atrae hacia Sí. La Madre individual entonces también se nos revela como la Madre del Mundo. Al mismo tiempo estamos completamente conscientes de que en cualquier momento podemos retirarnos hacia Ella, si Ella nos llama de vuelta a Su regazo con gusto nos quedaríamos ahí por la eternidad. Pues Ella es también la Madre Trascendente que es secretamente la matriz de toda creación y también su destino último. Realizada por ella y en Ella, nuestra vida encuentra su propósito sublime.


Pero nuestro amor estaría incompleto si no se traduce en una plegaria y servicio incesante. De hecho, el servicio mismo se vuelve la mejor plegaria posible, ya que involucra no sólo el corazón y el habla sino también nuestros miembros, el cuerpo y la mente. ¿Como puede ser que aquellos que dicen Amarla están contentos con sus propias experiencias y no se preocupan por la creación en la que Ella está derramando Su Amor continuamente de modo que pueda ser transformado en una imagen divina? Nosotros también comenzamos a derramar este Amor de Ella en todas las cosas mediante el servicio y el trabajo mientras Ella trabaja, si es necesario, en el calabozo más oscuro del infierno si es que Ella lo Desea y es el trabajo designado. El amante es también el esclavo del Amado. Y, de hecho, es la mayor felicidad ser Su esclavo pues el esclavo es la compañía constante de su amo, siempre en deuda y siempre agradecido, siempre feliz de servir a Ella y siempre obediente y fiel en su servicio.


Al tiempo que crecemos en Su servicio en la capilla universal de la divinidad, a medida que crecemos en su intimidad de amor, también empezamos a crecer en un conocimiento integral. El conocimiento que llega a través de la devoción no es meramente auto-conocimiento sino también conocimiento del mundo. Un conocimiento completo e integral es el resultado natural de Su servicio. Nos volvemos conscientes no sólo del Ser secreto detrás de todas las cosas sino también del Ser en manifestación. No sólo en la manifestación sino también más allá de ella, nos volvemos conscientes de los sueños no revelados pero manifiestos de nuestra Amada. Ir más allá de lo Manifiesto y lo inmanifiesto, nos volvemos conscientes de Ella que incluye ambos aspectos como su ojo izquierdo y derecho y para quien todos los aspectos de la Divinidad Infinita están dulcemente incluidos en Su cuerpo de Gloria. Y aún así Ella permanece más allá de todo esto, eterna e infinita.


Tal es la felicidad posible para aquel que camina el sendero del Yoga Integral.






 
 
 

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